Relatos

Relatos

Fecha: 18.09.2012

Autor: magenta

Asunto: La taza

Preciosa metáfora. Gracias asynjur.

Fecha: 17.04.2012

Autor: Una Noche Loca

Asunto: asynjur_de_Asgard

Me llamó por la mañana, quería que estuviera en su casa a las 22:30 en punto de la noche. Pasé el día entero arreglándome el pelo, la cara y las uñas rojas en manos y pies como a Él le gusta. Cinco minutos antes de la hora prevista, estaba en la puerta, no le gusta la impuntualidad. Esperé allí de pie esos cinco minutos, y cuando reloj marcó la hora, llamé. Escuché su voz:

-Pasa al salón.

Entré. Estaba sentado un su sofá. Mirándome andar fijamente. Me indicó con la mano que me arrodillara a sus pies. Me fijé que había tres sillas colocadas juntas. Cada una tenía una caja negra, de un tamaño medio, encima:

-Elige dos de las tres cajas. Y saldremos a dar un paseo con lo que hay dentro.
- ¿Qué contienen dentro, Amo?
-Abre dos de las tres, y lo verás

Al final, me fui a cuatro patas hasta las cajas, y entre nerviosa y excitada, elegí las dos esquinas. Las abrí. Y lo primero que saqué fueron unas bolas chinas metálicas, fascinantes. Siempre las había tenido de látex, pero metálicas no. Imaginé lo frías que se sentirían al contacto inicial. Me ordenó colocarme delante suya, e introducirlas. Comencé a masturbarme cada vez más rápido, hasta que estaba bien húmeda, y porque realmente estaba disfrutando. Lo supo, supo que su perra estaba disfrutando, porque justo antes de meterme las bolas dentro, agaché la cara, le miré a los ojos. Sonreí... coloqué un pie encima del sofá entre sus piernas… e introduje las bolas de golpe, profundamente, y acto seguido, metió su mano para cerciorarse que estaban bien metidas.

Cuando abrí la segunda caja, me paralicé un poco. Era un collar de perro, fino, largo y negro… donde colgaba su inicial. Era realmente hermoso, pero claro, se notaba el tipo de collar que era, y quién se lo ponía o bajo qué condición. Se puso detrás de mí. Aparté el pelo y lo cerró en mi cuello. Fue una sensación fantástica, pero yo me perdía pensando en ¡OH, no por favor, cómo voy a ir con esto por la calle! Nos subimos en su coche. Yo llevaba una minifalda, medias, liguero, y una camiseta con uno de esos escotes en los que enseñas menos si no llevas nada y un conjunto de ropa interior negra y roja. Entre la ropa y el collar, estaba sumamente nerviosa. Tenía miedo, vergüenza, pero al vez mucho morbo y ganas de ver qué pasaba.

Al llegar al restaurante. Comprobé como todo el mundo clavaba su mirada en mí. Y quise que la tierra me tragase. Le odié por hacerme pasar por esto. Te lleva vestida de Su puta, a un lugar muy concurrido, donde todo el mundo está elegantemente arreglado. Tenía ganas de llorar, y de salir corriendo. Se dio cuenta, porque apretó fuerte mi mano. No sé si lo hizo para animarme, o porque pensó que me escaparía. El caso es que me pegué más a Él y con los ojos humedecidos le pregunté:

-¿Por qué?
- Porque yo lo deseo.


No necesité saber más. Me tragué todo lo que sentía, y seguí andando a su lado hasta nuestra mesa. Nos sentamos esperando que nos sirvieran la cena, y entonces noté su mano acariciando mi pierna. Me separó las piernas, y se dedicó a juguetear con sus dedos por todo mi coño y mi clítoris… sin dejar de moverlos. Estaba empapada, como siempre que me toca… en cuanto pone una mano sobre mí, mi cuerpo piensa lo que va a pasar y reacciona. Agarré el mantel, me mordí los labios… y comencé a moverme tímidamente sobre la silla, a fin de notar más profundamente las bolas moverse dentro de mí. La sola idea de que alguien pudiera darse cuenta, acentuaba el morbo de la situación.

-Córrete para mí, Ahora, puta.

Y así fue, sin más ni más, fue escucharle decirme qué soy y se lo dije.

-Me voy a correr, Amo.

Entonces apartó su mano, y me dejó así, al límite, apunto, y sin el consuelo final. Quise gritarle de la frustración, y sólo pude ver como sonreía, y es que al final siempre consigue que toda cordura se aleje de mí y me abandone a Él. Haga lo que haga, cuando estoy con Él, el resto del mundo desaparece. Sin mediar palabra, y sin tomarnos las consumiciones siquiera, pagó la cuenta. Me agarró del brazo a la fuerza y me sacó de allí. Andaba muy rápido, y apretaba mi muñeca para que le siguiera más rápido. Me metió en un callejón oscuro. Me colocó con la espalda contra la pared, y me dio la vuelta violentamente. Puso las palmas de mis manos también apoyadas. Tiró de mi pelo hacia atrás… me abrió las piernas e introduciendo los dedos dentro de mí, sacó las bolas chinas de dentro. Y se dio paso a sí mismo.

Me veo a mí misma con la falda por la cintura, totalmente abierta y expuesta. Mientras Él me folla frenéticamente, con una mano tirando de mi pelo hacia atrás, y con la otra apretando mis pezones salvajemente y azotándome. Cada vez penetraba más profundamente. Terminé por enloquecer de deseo, y eché la mano a mi clítoris. Se paró. Me dio la vuelta y sin soltar mi pelo me arrodillo. Y usó mi boca de la misma manera salvaje en la que antes usaba mi coño. Hasta que se corrió en ella. Entonces se arregló su ropa. Yo arreglé la mía, temblorosa y desesperada por tener mi alivio. Me daba miedo preguntarle por qué otra vez, así que simplemente me dediqué a esperar a que Él decidiera que me lo había ganado.

Al final, yo también tuve mi alivio esa “loca” noche, y otras muchas he de decir, sólo que no fue hasta que llegamos a casa y me dijo que abriera la tercera caja. Decidí que era mucho mejor no haberla escogido, sería mucho más incómodo salir a la calle con eso, pero para la intimidad, resultó ser una herramienta perfecta.

Fecha: 17.04.2012

Autor: flava

Asunto: Re: asynjur_de_Asgard

Un relato rápido y chispeante, que no pierde el morbo en ningun momento, muy lindo peque. Muackkkkkkkkkkkkkkkk.

Fecha: 27.03.2012

Autor: Anónimo

Asunto: Recordando

Desde mi ventana atisbo tu partida. Veo cómo te subes al coche, sin mirar atrás, con movimientos rápidos y seguros. Me quedo mirando la carretera por la que has desaparecido durante unos minutos. Aparto mi cara de la ventana y empiezo a recordar.

Intento encontrar en el suelo de la sala el lugar donde cayeron mis lágrimas al recibir tus varazos. El dolor ya no es ni un recuerdo, aunque sé que me dolió. Al ver esa pequeña manchita lo único que recuerdo es tu satisfacción, tus comentarios sobre el silbido de la vara en el aire, antes de caer sobre mi cuerpo. Tu pregunta sobre si podía aguantar más, mi respuesta ahogada por las lágrimas y la postura a cuatro patas...

Justo enfrente de ese punto, el sofá. Ahi, con el pecho apoyado en el asiento, me follaste con la fusta, removiéndola en mis entrañas. Ahí te di mi primera gota de sangre, tuya. La misma postura en la que me abriste el culo con el pepino que minutos antes llenaba mi coño, haciendo que me corriera una y otra vez, mientras tú, de pie, como un titán acechándome en las alturas, disfrutabas el espectáculo. El sofá con los círculos de humedad de mi flujo, con pequeños pegotes de cera que, sentado a mi lado, dejabas caer sobre mi cuerpo expuesto para ti.

Tampoco la cocina se libra de recuerdos. La mesa en la que me aseguras que me partirás otra vez el culo. Donde las espinas de una rosa se clavaron en mi piel mientras me azotabas.

Al entrar en el baño, mis ojos se dirigen automáticamente hacia la bañera, donde, aún húmedas, reposan las medias y la camiseta que llevaba cuando convertiste mi boca en fuente de tu meada, desde la cual caía, picante y caliente, mojándome.

Te pedí tu olor, y me lo has dejado. La camiseta que me trajiste no sólo está mojada de tu orina sino que tiene blancos lamparones de tu primera corrida. No puedo evitar acercarla a mi cara y lamer suavemente. La noto fría, casi reconfortante sobre mi piel recalentada.

Me acerco al espejo y veo mi cara enrojecida. De tanto frotarme contra tus piernas y tus pies, en un descanso, perra en el suelo por y para ti. Y de las bofetadas, mientras me llamabas puta y me escupías. Puta para ti.

Mis pezones aún están erectos. Y doloridos. Han sido pellizcados por tus manos y por las pinzas metálicas de las que tiraste de ellos, hasta hacerme levantar. Han sido acariciados por la cera caliente que vertiste en ellos y en mi coño, cada vez un poco más cerca, provocando estremecimientos en mi cuerpo. Aún puedo ver restos de la cera en mis pechos.

Me giro a medias intentando ver mis nalgas. Son las marcas que más me gustan. Has utilizado mi piel como lienzo para trazar dibujos a tu capricho con la vara. Líneas rojizas. Tus marcas. Pienso en pedirte que la próxima vez vengas sin afeitar, para dejarme más marcas en la piel, en el cuello, los hombros...

Al entrar en el dormitorio me asalta el olor picante del sexo. Miro la cama, revuelta. Ahí me follaste, en distintas posturas. Ahí te corriste, sobre mi mano, haciendo que después la pasara por mi coño y me masturbara con tu leche. Ahí me abrazaste y me susurraste al oído planes para el futuro, nuevas metas que alcanzar. Me hiciste temblar, aún no sé si de miedo o excitación, tal vez ambas cosas.

Ahí, en mi cama, en el borde, me arrodillé cuando me ceñiste el collar que ahora adorna mi cuello. El collar que representaba mi pertenencia a ti.

No quiero ducharme, no quiero recoger ni limpiar nada. No quiero airear las habitaciones. Quiero permanecer, para siempre, en esta burbuja de sentidos. Quiero esos pequeños dolores, esas molestias, esa humedad, ese placer que, aún recientes, firman mi entrega a ti.

Fecha: 29.03.2012

Autor: asynjur de A

Asunto: Re: Recordando

Muy muy buen el relato, muy real y vivo :)

Fecha: 27.03.2012

Autor: asynjur

Asunto: La Taza

En Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres.
Una de sus tiendas favoritas era una en donde vendían vajillas antiguas. En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. "¿Me permite ver esa taza?" Preguntó la Señora, "¡nunca he visto nada tan fino como éso!"
En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar. La tacita le comentó: "¡Usted no entiende! ¡Yo no siempre he sido esta taza que usted está sosteniendo! hace mucho tiempo yo sólo era un montón de barro amorfo.
Mi creador me tomó entre sus manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: "¡Por favor! ¡Ya déjame en paz!" Pero mi Amo sólo me sonrió y me dijo: "Aguanta un poco más, todavía no es tiempo."
Después me puso en un horno. ¡Yo nunca había sentido tanto calor! ¡Me pregunté por qué mi Amo querría quemarme, así que toqué la puerta del horno. A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi Amo que me decían: "Aguanta un poco más, todavía no es tiempo."
Finalmente se abrió la puerta, mi Amo me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara. "¡Así está mucho mejor!" me dije a mi misma, pero apenas y me había refrescado cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintándome. ¡El olor de la pintura era horrible! ¡Sentía que me ahogaría! "¡Por favor detente!" le gritaba yo a mi Amo; pero él sólo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía: "Aguanta un poco más, todavía no es tiempo."
Al fin mi Amo dejó de pintarme; ¡pero esta vez me tomó y me metió nuevamente a otro horno! no era un horno como el primero; ¡sino que era mucho más caliente! ¡Ahora sí estaba segura que me sofocaría! ¡Le rogué y le imploré a mi Amo que me sacara! grité, lloré; pero mi creador sólo me miraba diciendo: "Aguanta un poco más, todavía no es tiempo."
En ese momento me di cuenta que no había esperanza, ¡nunca lograría sobrevivir a ese horno! Justo cuando estaba a punto de darme por vencido se abrió la puerta y mi Amo me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aún más alta que la primera, allí me dejó un momento para que me refrescara.
Después de una hora de haber salido del segundo horno, mi Amo me dio un espejo y me dijo: "¡Mírate! ¡Ésta eres tú!" ¡Yo no podía creerlo! ¡Ésa no podía ser yo! ¡Lo que veía era hermoso! Mi Amo nuevamente me dijo: "Yo sé que te dolió haber sido golpeada y Amoldada por mis manos; pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causo mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras estrellado. También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si yo no te hubiera puesto en ese segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras. ¡Ahora tú eres un producto terminado! ¡eres lo que yo tenía en mente cuando te comencé a formar!"

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