Fecha: 17.04.2012

Autor: Una Noche Loca

Asunto: asynjur_de_Asgard

Me llamó por la mañana, quería que estuviera en su casa a las 22:30 en punto de la noche. Pasé el día entero arreglándome el pelo, la cara y las uñas rojas en manos y pies como a Él le gusta. Cinco minutos antes de la hora prevista, estaba en la puerta, no le gusta la impuntualidad. Esperé allí de pie esos cinco minutos, y cuando reloj marcó la hora, llamé. Escuché su voz:

-Pasa al salón.

Entré. Estaba sentado un su sofá. Mirándome andar fijamente. Me indicó con la mano que me arrodillara a sus pies. Me fijé que había tres sillas colocadas juntas. Cada una tenía una caja negra, de un tamaño medio, encima:

-Elige dos de las tres cajas. Y saldremos a dar un paseo con lo que hay dentro.
- ¿Qué contienen dentro, Amo?
-Abre dos de las tres, y lo verás

Al final, me fui a cuatro patas hasta las cajas, y entre nerviosa y excitada, elegí las dos esquinas. Las abrí. Y lo primero que saqué fueron unas bolas chinas metálicas, fascinantes. Siempre las había tenido de látex, pero metálicas no. Imaginé lo frías que se sentirían al contacto inicial. Me ordenó colocarme delante suya, e introducirlas. Comencé a masturbarme cada vez más rápido, hasta que estaba bien húmeda, y porque realmente estaba disfrutando. Lo supo, supo que su perra estaba disfrutando, porque justo antes de meterme las bolas dentro, agaché la cara, le miré a los ojos. Sonreí... coloqué un pie encima del sofá entre sus piernas… e introduje las bolas de golpe, profundamente, y acto seguido, metió su mano para cerciorarse que estaban bien metidas.

Cuando abrí la segunda caja, me paralicé un poco. Era un collar de perro, fino, largo y negro… donde colgaba su inicial. Era realmente hermoso, pero claro, se notaba el tipo de collar que era, y quién se lo ponía o bajo qué condición. Se puso detrás de mí. Aparté el pelo y lo cerró en mi cuello. Fue una sensación fantástica, pero yo me perdía pensando en ¡OH, no por favor, cómo voy a ir con esto por la calle! Nos subimos en su coche. Yo llevaba una minifalda, medias, liguero, y una camiseta con uno de esos escotes en los que enseñas menos si no llevas nada y un conjunto de ropa interior negra y roja. Entre la ropa y el collar, estaba sumamente nerviosa. Tenía miedo, vergüenza, pero al vez mucho morbo y ganas de ver qué pasaba.

Al llegar al restaurante. Comprobé como todo el mundo clavaba su mirada en mí. Y quise que la tierra me tragase. Le odié por hacerme pasar por esto. Te lleva vestida de Su puta, a un lugar muy concurrido, donde todo el mundo está elegantemente arreglado. Tenía ganas de llorar, y de salir corriendo. Se dio cuenta, porque apretó fuerte mi mano. No sé si lo hizo para animarme, o porque pensó que me escaparía. El caso es que me pegué más a Él y con los ojos humedecidos le pregunté:

-¿Por qué?
- Porque yo lo deseo.


No necesité saber más. Me tragué todo lo que sentía, y seguí andando a su lado hasta nuestra mesa. Nos sentamos esperando que nos sirvieran la cena, y entonces noté su mano acariciando mi pierna. Me separó las piernas, y se dedicó a juguetear con sus dedos por todo mi coño y mi clítoris… sin dejar de moverlos. Estaba empapada, como siempre que me toca… en cuanto pone una mano sobre mí, mi cuerpo piensa lo que va a pasar y reacciona. Agarré el mantel, me mordí los labios… y comencé a moverme tímidamente sobre la silla, a fin de notar más profundamente las bolas moverse dentro de mí. La sola idea de que alguien pudiera darse cuenta, acentuaba el morbo de la situación.

-Córrete para mí, Ahora, puta.

Y así fue, sin más ni más, fue escucharle decirme qué soy y se lo dije.

-Me voy a correr, Amo.

Entonces apartó su mano, y me dejó así, al límite, apunto, y sin el consuelo final. Quise gritarle de la frustración, y sólo pude ver como sonreía, y es que al final siempre consigue que toda cordura se aleje de mí y me abandone a Él. Haga lo que haga, cuando estoy con Él, el resto del mundo desaparece. Sin mediar palabra, y sin tomarnos las consumiciones siquiera, pagó la cuenta. Me agarró del brazo a la fuerza y me sacó de allí. Andaba muy rápido, y apretaba mi muñeca para que le siguiera más rápido. Me metió en un callejón oscuro. Me colocó con la espalda contra la pared, y me dio la vuelta violentamente. Puso las palmas de mis manos también apoyadas. Tiró de mi pelo hacia atrás… me abrió las piernas e introduciendo los dedos dentro de mí, sacó las bolas chinas de dentro. Y se dio paso a sí mismo.

Me veo a mí misma con la falda por la cintura, totalmente abierta y expuesta. Mientras Él me folla frenéticamente, con una mano tirando de mi pelo hacia atrás, y con la otra apretando mis pezones salvajemente y azotándome. Cada vez penetraba más profundamente. Terminé por enloquecer de deseo, y eché la mano a mi clítoris. Se paró. Me dio la vuelta y sin soltar mi pelo me arrodillo. Y usó mi boca de la misma manera salvaje en la que antes usaba mi coño. Hasta que se corrió en ella. Entonces se arregló su ropa. Yo arreglé la mía, temblorosa y desesperada por tener mi alivio. Me daba miedo preguntarle por qué otra vez, así que simplemente me dediqué a esperar a que Él decidiera que me lo había ganado.

Al final, yo también tuve mi alivio esa “loca” noche, y otras muchas he de decir, sólo que no fue hasta que llegamos a casa y me dijo que abriera la tercera caja. Decidí que era mucho mejor no haberla escogido, sería mucho más incómodo salir a la calle con eso, pero para la intimidad, resultó ser una herramienta perfecta.

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